Amanecía en París, yo seguía en Place du Trocadero deseando que el frío llegara a su fin. Es increíble el frío que se sentía. Había una exposcición en la galería de un museo adjunto, Kabuki, sobre actores japoneses (no se salían del tópico oriental).
Como era demasiado temprano, para desayunar en algún lugar debía esperar. Usé uno de los baños a monedas, cuarenta centavos de euro, vienen con una máquina lavamanos.
A esta hora se empieza a llenar de personas que quieren una buena foto de la Torre Eiffel, también el cielo se llena de estelas de aviones. Como nubes que duran horas.
En este momento, a corto plazo, pensaba en subir a la torre -después lo olvidaría- almorzar y luego ver el Arco del Triunfo de día (o al revés). Yendo para la plaza donde está el arco, me encontré con el Museo de Arte Moderno, Palais de Tokyo. Una construcción imponente, pero estaba vacía -sin exposiciones-, sólo servía de resguardo para algunas palomas y gente. Parecía bastante abandonado si lo comparaba con otros edificios.
Era la calle que llegaba al arco, en el medio tenía una plaza suficientemente grande como para alojar un mercado de feria (uno de esos típicos mercados de feria francés). Muy pintoresco, todos eran negocios familiares, y toda la familia colaboraba.
Había de todo -en cuanto a comida- la mayoría eran pescaderías con productos frescos, o con especialidades (spécialité); los mariscos (cangrejos gigantes, langostas, langostinos, gambas) estaban en su mayoría vivos, muy vivos. También había verdulerías, carnicerías, panaderías y rotiserías.
Yo estaba muriéndome de hambre. Al pasar por una panadería me quedé pensando que comprar, y la chica que atendía me ofreció probar un budín de chocolate. El chocolate no me gusta, pero el hambre me hizo sucumbir. Terminé comprándome algunas cositas para el día.
Lo recorrí por completo, pasé por una verdulería y ví una (hortaliza o verdura) rarísima, me llamó mucho la atención porque me recordaba a la construcción de un fractal. Le pedí a la encargada si me dejaba sacar una foto y casi no podían creer lo que oían. Me dió cosa no poder comprarles algo en agradecimiento, porque no sólo me dejaron sacar, sinó que también me explicaron como se le llamaba y como se escribía el nombre.
Encontré una plaza oculta en reconstrucción cerca del área donde se encontraba el mercado. Era un lugar muy interesante para ver o estar, pero bueno, cerrado por la obra. Seguí mi camino.
Ví el Arc de Triomphe de día, estaba superpoblado de turistas, autos y ómnibus que traían más visitas constantemente. Ya no era lo mismo que en la madrugada. Me dí cuenta bien de que lo estaban arreglando el andamio en la parte superior se notaba mucho más.
Los shoppings estaban llenos, me metí en uno para ver los precios, era un Fnac -igual a la cadena que está en Madrid-, tenía los mismos productos de siempre, quizá más variados (más opciones, otros colores) y con precios ligeramente superiores, pero superiores al fin.
Me llamó la atención un GPS bluetooth con el mapa de París, el hecho de saber que lo compraba a un precio superior me llevó a dudar, tampoco tenía muchos euros encima.
Recorrí los Champs-Elysées de día. A la altura del Grand Palais des Beaux-Arts; y del Petit Palais -uno en frente del otro, el último bajo una más intensa reconstrucción-, me desvié para contemplar la maravilla de esa construcción.
Estaba por entrar a la exposición: Images du Monde flottant, pero cuando me enteré de la hora desistí inmediatamente, no podía, lamentablamente. Será para otra ocasión. Tenía el Louvre.
Al salir contemplé nuevamente la belleza del edificio y sus decoraciones.
La vista me llevaba hacia el Hotel des Invalides y el Musée de l'Armée.
Todo en reformas (hasta el sitio web) pero no tan intensas, sólo una minúscula sección estaba cubierta por andamios.
Las galerías del museo eran gratuitas y había una visita especial a la tumba de Napoleón, que era paga. Había leído sobre las múltiples capas de la tumba, notable.
Saqué unas fotos al museo y decidí irme hasta el Café de Flore, lleno de gente. ¿Qué tenía este lugar de especial?: era un café al que iban algunos de personajes de la escena artística, escritores, yo sabía de Albert Camus (L'Etranger).
Tomé un café, mientras contemplaba la variedad de personas que me rodeaban, algunos eran turistas y el resto, la mayoría, parecían locales. Se vé que sigue siendo lo que solía ser, me refiero a que no es únicamente para turistas, sigue funcionando como un café.
Pasé por la iglesia de Saint-Germain y luego por la Place Saint-Michel, la fuente de la plaza tenía el recordatorio a la liberación de la ocupación alemana, a la memoria de los muertos en combate. A esta hora, este punto de encuentro no estaba tan lleno como en la noche anterior, pero ya se empezaba a llenar. Antes del Louvre tenía que pasar por Notre-Dame.
Notre-Dame se encuentra en la Ile de la Cité, una isla en medio del río Sena. Este lugar es sagrado desde los tiempos romanos (hubo un templo a Júpiter). La catedral es una obra sorprendente, es "la" construcción gótica por excelencia (al menos en Francia) y eso se ve fácil. Ya había pasado de noche y es tan impresionante como de día, ocupa casi dos manzanas. Aunque tardaron trescientos años en construirla, llega a tener novecientos de antiguedad.
Muy cerca de la catedral está el Palais de Justice, como empezó a llover en este momento. La Rue de Lutèce estaba cubierta por lluvia y gente con paraguas, salvo alguien, el primitivo que iba parando en los árboles para no mojarse tanto, yo.
Al fin, le tocó al Louvre. Imperdible obviamente. Como ya lo había corroborado varias veces, es inmenso. Prácticamente viene con advertencia: 'Elegí lo que querés ver y vé eso, si te queda tiempo libre, seguí con el recorrido del museo'. Cuando bajé para sacar la entrada, leí que era posible para la gente con menos de 26 años, haber entrado gratis el viernes. Ya era sábado. También leí que era gratis para estudiantes, me agarré la cabeza, no había traido ninguna credencial, libreta o documento "inútil" fuera de Buenos Aires. Pagué por eso. Es bastante diferente al Museo del Prado, principalmente debido a la magnitud del Louvre, me dió la impresión de estar en un laberinto tridimensional de salas y galerías. De todos modos fuí al grano: el retrato de Mona Lisa, La Gioconda.
Alrededor del cuadro habría aproximadamente 6x2 metros de personas empacadas que alzaban cámaras de todo tipo y flasheaban constantemente. Al grito de 'fuego a discreción'.
Un vidrio o filtro de varios centímetros de espesor absorbe la mayoría de la luz proyectada hacia la pintura. Comparado con lo que esperaba ver, debo decir que ligeramente ví, a través del polarizado. Brutal, dicen que estuvieron 3 años para restaurarla. Hace 6 que está permitido sacarle fotos. Ves algunos con camaras descartables sin flash, creyendo que sacan una foto. Ves a los que se vienen preparados con las digitales configuradas para las peores condiciones de luz. Igual se vé, pensé. Pero el filtro defiende, sólo a varios metros del cuadro se puede ver bien, si te acercás, la luz sobre el cuadro empieza a decaer.
El Louvre es un producto de consumo masivo. El tipo que estaba ahí cuidando el cuadro me dijo -después de comentar lo de la restauración y eso (le pregunté si todos los días era así)- 'pero no ven que está amarilla la piel', 'no entienden que hubo que restaurarla', para cerrar un 'bienvenido a Francia' después de mi 'adiós'.
Me puse a recorrer el resto de pinturas italianas, francesa, españolas, esculturas, etc. La otra estrella es la Venus de Milo. Mucho antes de terminar el plan básico, cerraban el museo. Volví para el hotel que me había gustado ayer por la calle Tiquetonne, esa zona estaba con plena actividad. Hoy quería dormir y me tenía que asegurar de encontrar un lugar. Los locales estaban repletos, había desfiles, actuaciones. En este momento, caminaba sólo por inercia.
El hotel que me gustaba no tenía mas lugar 'Complet' dijo la viejita que atendía, macanuda, amable. Si vuelvo reservaré ahí. Le pregunté por donde había otro y me mandó a unas cuadras, fuí y tampoco tenían lugar. Pregunté lo mismo que al primero, fuí a otro, y a otro... Cuando me estaba por resignar a dormir en la Terminal (aeropuerto) encontré uno que tenía lugar. 45 euros, porque tenía ducha.
Pensé en ducharme (aprovechar la inversión) y luego tirarme un rato, con energías renovadas, subiría a la torre Eiffel para cenar y luego sacarle una foto al esqueleto prendido en luces. Pasar por la Bastilla. Ubicar la Gare du Nord para tomarme el tren al aeropuerto.
Al fin pude pensar en descansar.
A la mañana siguiente se terminaba París y volvía para Madrid que la sentía como casa desde donde estaba.
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