Empezaba a sentirse el fuego al estilo asfixiante del desierto, lo próximo sería el Death Valley National Park.
La visibilidad alcanzaba fácilmente el horizonte, sin embargo, apenas se veían autos, casas o gente; la desolación era impresionante. La ruta en el espejo parecía una replica de la que tenía en frente. Todo el paisaje se saturaba de luz y se reflejaba en el terreno árido dejando una línea negra sinuosa de asfalto.
Con salir apenas unos segundos del auto para sacar fotos alcanzaba para sentir el ardor del sol e inclusive el aroma típico de una tintorería en mi camisa -algo se estaba quemando- creo que jamás sentí calor tan intenso. Las temperaturas máximas en verano están alrededor de los 50 grados celsius.
La magnitud del parque nacional puede contemplarse a simple vista, hay muchos puntos para ver y casi todos con nombres típicos de un paraje infernal. Se puede encontrar la escena típica del cactus, las dunas, la tierra seca quebrada, la planicie blanca de sal y laderas rojizas como sangre hasta casi verdes. Imperdible.
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