De lo más bello que ví, el Patio de los Leones en La Alhambra. Aunque me hubiese gustado verlo en pleno funcionamiento, con la fuente central completa -ya que por alguna razón, la parte superior ha sido desplazada- y con el ambiente de aquellas épocas. Es un lugar muy cautivante, con una atmósfera placentera y tranquila, dan ganas de estar y quedarse un buen rato.
En la versión orginal, el agua fluía por diversos canales y ductos, ganaba presión e impulsaba chorros de agua por las fauces de los leones y por la fuente en sus distintas etapas. También corrían vertientes por los cuatro caminos que convergían en el centro del patio, cada una partiendo de las habitaciones y entradas. La etapa o parte faltante de esta fuente, está en uno de los jardines, entre las torres de la fortificación, sola, como abandonada.
Para poder visitar La Alhambra tuve que cambiar mi pasaje de vuelta a Madrid, para el día siguiente, y luego, al perderlo, para unas horas mas tarde (si, lo terminé cambiando dos veces). Me arriesgué a no llegar al vuelo de vuelta a casa, ya que dejaba sólo una hora de espacio entre el embarque en Barajas y la llegada a Estación Sur, Madrid. Si el bus se retrasaba aunque se media hora... Por suerte no hubo problemas.
Un lugar más para resaltar, todo el patio es de marmól y como siempre aquí acompaña el sonido del agua circulando. El Patio de los Arrayanes, en el palacio de Comares; se reflejan los frentes decorados sobre la pileta central, a veces se perciben pececitos de colores muy vivos acecercándose a la superficie. El agua es verde oscura, como los árboles que la rodean, arrayanes. No pude evitar acordarme del Bosque de Arrayanes en la Patagonia, Argentina.
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