Al fin.
Después de saber por tanta gente que los glaciares eran espectaculares, lo pude sentir por mí mismo. Si, desde hace tiempo quería ir e inclusive varios conocidos (de aquí y del extranjero) me preguntaban: ¿cómo no había ido?
Justamente, releí un párrafo de 2004 en el que describía unos turistas de francia rumbo al sur, desde ahí -más o menos- lo tenía en la lista. Al haberlo contemplado, algunas personas habían catalogado la experiencia como un sueño realizado.
Siempre hay algo más para hacer, si ya viste el glaciar, podés dar un paseo corto encima, después podés internarte medio día para ver bien que se siente y después de eso, se me ocurre una excursión al Campo de Hielo (hielo continental), la maquinaria que fabrica los glaciares. Siempre algo más extremo.
El parque de los glaciares me pareció irreal, tan arcaico y frágil, invitando a viajar en el tiempo a un pasado muy lejano. Pensar en el espacio que ocuparon, dominando el paisaje, en el cambio y el fin. Y me doy cuenta una vez más -de tanto para ver, sentir y entender- que siempre habrá algo sorprendente.
Hay que ir, volver.
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