Y aunque algunas veces al mirar ese traje abrigado de Papá Noel (diseñado para transpirar al sol radiante entre la nieve falsa y los pinos de plástico) es tan evidente que está todo al revés: me doy cuenta, después de más de treina años reflexionando, que la Navidad Subtropical en la Ciudad tiene un encanto especial.
No por ser una época de festejos, encuentros, las próximas vacaciones y particularmente los regalos.
No por eso, sino por el perfume que se siente.
El efecto del vínculo y la sensación venía tan grabado que no lo había percibido antes o era que lo asociaba al recuerdo feliz e innato de las vísperas. Siempre fué alegría instantánea para mí.
La envidia del otro hemisferio. Es difícil imaginarse un momento en el cual tantos eventos prósperos estén alineados.
Este año no decoro las páginas pero les vuelvo a desear unas Felices Fiestas.
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